Empieza el año y recuperamos una de las secciones que más seguidores tuvo el curso pasado. La señorita X nos deja un magnífico relato sobre el primer día después de las vacaciones navideñas. Espero que lo disfruten.
La vuelta fue algo desoladora.
Volvían con renovadas energías, que nunca en realidad les faltaron, quizás sí
más impetuosas . Respaldados por la fuerza de su certidumbre de tener a buen
recaudo sus deseos cumplidos aguardándoles a la vuelta a casa , incluso,
propietarios de más de alguno que ni recordaban que los hubieran anhelado. Pues
con esas garantías pensaron que bien podían jugarse la vida. Sólo cuando ésta
transcurre tan afortunadamente puede uno olvidarse de valorarla en su más
elemental esencia, la biológica, la integridad física. Debió ser algo así, de
alguna manera, la justificación de aquello porque, de lo contrario, no se
explica esa hiperactividad motórica y verbal con la que invadieron el aula y
agotaron la jornada. Ni espacios, ni tiempos ni advertencias pudieron frenar
aquellas ganas. Así que, una vez más, fueron los ángeles de la guarda o la
providencia quienes se ocuparon de mantenerlos a salvo, siempre alerta para
compensar tales desmanes infantiles. Las rutinas lucharon por restablecerse
pero dejaban a su paso cierto vaho de inutilidad tan frustrante para mi
persona. La lectura parecía pasar entre sus oídos como ..., digamos que ellos,
como el que escucha llover, no, tratándose de niños andaluces, digamos que la
lectura pasaba prácticamente inadvertida, cometiendo inocentemente el mayor de
los sacrilegios para mis ojos . Me
tenían contenta! Así fuimos de despropósito en despropósito consumiendo una
jornada memorable en la que tanto ellos como yo estábamos tan contentos. Y como
suele suceder, las alegrías llegan a su término y cuando llegó el final, ellos
marcharon tan felices como habían llegado al encuentro con sus padres, al
retorno relativo, tras el paréntesis escolar, a la ensoñación navideña que
todavía flotaría en sus hogares. Y allí
me dejaron a mí con un regusto combinado de alegría de volver a verlos, de
frustración profesional, de gratitud y de un determinante propósito de que al
día siguiente no se repitiera. Lo que menos esperaba yo, a pesar de la
reflexión y consiguientes medidas preventivas y organizativas que ya había
tomado, era que un solo comentario de una de las niñas, a primera hora de la
mañana siguiente, paliara y me resarciera del mal sabor del día anterior cuando
me hizo alusión a cierto contenido muy concreto de la lectura de la víspera. De
su cabellera colgaban tres extensiones, una de ellas, blanca, adquiridas en un
chino y elegida ésta acordándose, según me refirió, de los albinos , criaturas
que salieron del texto del cuento leído aquel día memorable de vuelta
vacacional. Me alegró el día! El ánimo profesional se restauró súbitamente . En
casa, supongo, debieron empezar a descolgar adornos de los árboles, no sé,
quizás el sueño matinal, aquellas medidas académicas o aquel ánimo recobrado, o
tal vez la suma de un poco de todo, lo cierto es que ese día los niños se
asentaron y la jornada transcurrió con la cordura habitual y pude disfrutar de
verlos fluir de nuevo con su sólita sosegada alegría infantil.