Hoy no es martes, ni es trece, pero es domingo y los domingos tenemos la oportunidad de disfrutar con los relatos de nuestra señorita X. En esta ocasión un nuevo relato, de nuevo genial, y con el que seguro se les escapará alguna sonrisa.
Al
entrar en las dependencias de los despachos no me apercibí de ellos, fue al
salir cuando los vi en el paragüero. No llovía, así que a qué la urgencia. Pero
es que eran dos y ambos igualitos a los de casa. Comenté en voz alta, supongo que
por si alguien podía aclararme o sentenciarme alguna certeza, ¿será el mío? No
tenia conciencia de haberlo extraviado, pero hacía tanto que no llovía que
dudé...El de al lado sí que lo daba por roto y tirado hacía tiempo, pero como
estaban juntitos tan casualmente. Una imagen tan familiar...El pequeño mostraba
cierto deterioro, tan común en estos objetos en el campo de Gibraltar, y lo
abrí en un acto irreflexivo, casi impulsivo, para comprobar su estado, no sé
con qué intención ni tan siquiera si la había. ¡Uy uy uy! ¡Abriendo el paraguas
aquí dentro! en martes trece. ¡Uy uy uy! Contesté yo, ahora sí de seguro irreflexivamente
y con la certeza recién aprendida de que nada ni nadie podría ya salvarme de
cualquier desgracia.
El peor
agravante de esta situación lo aportaba el reloj, quedaba mucho día por
delante. Me resigné simplemente a esperar que cayera el meteorito. Lo asumí
como si de cualquier problemilla se tratara, sin miedo ni esperanza, así que
seguí con mi día como si no hubiera sido informada de que iba a ser el último.
Compré el pan de vuelta a casa pues desconocía en qué momento acontecería lo
inevitable. A la tarde cumplí rigurosamente con la media de rotondas llevando y
trayendo niños a sus actividades, eso sí, con especial cuidado en el orden adecuado
de ceder el paso. Cuando ya iba cayendo el día, con la confianza que crecía en
mí conforme avanzaba la jornada y el cielo no se ensombrecía, ya todos
recogidos en casita y la puerta bien atrancada( momento sin igual para
cualquier madre), mis hijos varones se pusieron a tontear con esos jueguecitos
en los que intervienen , por turnos, e incluso simultaneándose , todas sus
extremidades y en flexiones imposibles que pareciera que multiplicaran sus
limitadas articulaciones, sí , con esos jueguecitos únicos combinando el
buen rollito y el máximo riesgo. Y yo que les digo: cuidadito con las "
tontás" mira que hoy es martes y trece, y el mayor que me dice: pues yo he
hecho un examen de lujo, y el menor: pues yo me he hecho hoy el 1.40
(marca de salto de altura atletismo).¿Dónde va tu padre? No sé. Habrá ido a
sacar la basura. No, la basura no se la ha llevado. Mi otro hijo: ha dicho que
iba a echar una “primi” y que vuelve enseguida. Yo, que me asomo
apresuradamente al oír el candado y le digo: mira Pepe, será mejor que la eches
mañana porque yo ahora mismo no sabría qué hacer con tanto dinero y en el
trabajo no me van a dar permiso para viaje alguno. Un par de horas después me
acosté con la tranquilidad, una vez sonaron las doce en el cucú, de que nada mejor
me podría pasar ya ese día.
Cuando me pasa algo así busco en la sabiduría popular, representada en m casa en la figura de mi "tita Pepi" y ella siempre tiene el remedio: si cambias las sábanas en viernes, cosa que nunca se puede hacer, debes hacerla y deshacerla tres veces...........echar sal por encima del hombro..........beber agua contando los buchitos....... Todo el mundo debe tener una tita Pepi, te salva de muchos momentos y te da otros momentazos.
ResponderEliminarMe encantan estos relatos de la señorita X.
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